Huyendo...

Le había dado por ir a España a comprobar qué tan buen clima hacía allí. Cierto era que su isla era bastante fría, húmeda y... todos los calificativos y colores fríos e incómodos que se podían aplicar. Sin embargo, de España siempre se decía que tenía un sol envidiable. Y tenían tanta maldita razón... tanta que había tenido que quitarse la chaqueta y remangarse, apoyando la prenda sobre su hombro con pose chulesca.

-Me falta una cerveza para mejorar todo esto... -murmuró para sí mismo, dado que iba solo, mientras miraba alrededor.

Siguió andando hasta toparse con una callejuela, viendo el cartel de una especie de pub. Le llamó tanto la atención que acabó dirigiéndose hacia allí. Entro, se sentó en la barra y pidió su cerveza BIEN fría. Luego suspiró. Al menos allí no lo vería nadie conocido... no le apetecía andar excusándose sobre por qué andaba por la península ibérica.

Aquel día había optado por salir de casa e ir a dar una vuelta. Quizá se animaría a beber una cerveza en algún lugar que fuese fresco y no demasiado caro. Lo cierto es que hacía un magnífico día y era una pena pasarselo encerrado en casa, además, le agradaba pasar tiempo paseando por las calles tranquilamente cuando se hallaba en tierra firme.
Tras en pequeño paseo, decidió meterse en un pub que había en el fondo de un callejón. Había estado muchos años atrás en ése mismo lugar, y conservaba un buen recuerdo del sitio. Había mucha vidilla y el lugar estaba cuidado, a diferencia de las otras cantinas por las que siempre rondaba: sucias, malolientes y llenas de borrachos o gente ruda de mal aspecto.
Entró y se dirigió a una mesa. Desde allí le dedicó una sonrisa a la hija del dueño del local, que se ocupaba de la barra, para que le viniese a tomar el pedido: una copa de vino tinto. Mientras observaba a la chica marcharse en busca de la bebida, reparó en una cabellera rubia que llamaba mucho la atención. En su casa no es que hubiese muchos rubios. Y menos con ése corte de pelo que seguramente su buen amigo francés calificaría de horrendo.
''No puede ser'' pensó, alarmado. ''¿Qué hace ése aquí?'' Aún así, no estaba completamente seguro de que fuese el inglés, ya que se encontraba a cierta distancia y de espaldas, además, no veía que llevase puesta su característica chaqueta.
-Perdona- Le dijo a la chica que le había atendido cuando ésta se acercó con su copa de vino- El tipo ése de ahí, el rubio... ¿Es un inglés detestable con unas cejas que ocupan tres cuartas partes de su cara?
La chica rió suavemente ante la descripción de España y asintió. Antonio sonrió triumfalmente: era él y no lo había visto. Atacarle por la espalda no era muy noble, pero no era la primera ni la última vez que uno de ellos hacía jugarreta como ésa. Jugarreta en términos suavizados: solían acabar moliéndose a palos. Así pues, se dirigió hacia Arthur con el mayor sigilo posible, sacó una fina daga de entre sus ropas y la colocó justo al lado del cuello del inglés, rozándole amenazadoramente:
-¿Qué haces tú en mi casa, Multiceja? No recuerdo haberte invitado.
El tiempo le había enseñado a no fiarse de Arthur. No iba a atacarle, posiblemente no le tocase ni un pelo ( ésa era su intención) pero tampoco iría a abrazarle al verle. Eso, por supuesto, si UK se comportaba y no lo provocaba...

[ Yupiii violencia gratuita!! xDDD ]

La cerveza le estaba sentando tremendamente bien. Había hecho bien al acabar en aquel lugar. Además de estar bien montado, la gente parecía estar en un ambiente tranquilo y sin más... problemas. Se tensó sobre su asiento al sentir una daga pegada a su cuello. Se maldijo interiormente porque había bajado demasiado la guardia. Nunca debería haberlo hecho. Se maldijo mucho más al reconocer la voz del español, apretó la jarra de cerveza para contener sus ganas de responder con contundencia y suspiró con aire amargo.

-Sólo he venido a pasar el rato... -comentó con desgana.- Aunque no creo que tenga que andar dando explicaciones. -movió su mano hacia la del otro lentamente y, mientras se giraba sobre el taburete de la barra, empezó a apartar la daga con la que le amenazaba.

Estuvo atento por si el español reaccionaba de mala manera, aprovechando para fijarse en su vestimenta. Probablemente tenía otra tantas armas escondidas bajo su chaqueta.

-Pero vamos -se encogió de hombros- que no he venido a hacer nada fuera de lugar. Por lo que puedes estar tranquilo. -Sonrió finalmente. Luego tomó la jarra y la alzó en el aire.- Por lo momentos, cortos pero intensos, de paz 'mundial'.- dijo irónicamente, luego bebiendo con calma.

-Uhm.- dejó de beber de repente.- Veo que te escapaste del trabajo. Ya es... casualidad que nos encontremos aqui -dijo cambiando el tono a uno medio-disgustado. Lo que quería era estar sólo... y mira, a uno de sus enemigos frente a frente.

Paz mundial. Ya, seguro. Aunque lo de la casualidad era cierto: quién iba a decirle que encontraría a Arthur en el primer antro en el que se metió, en su propia casa. El mundo es un pañuelo, para bien o para mal.

-Oh,¿A pasar el rato y estar solo? ¿Has venido aquí y no pensabas venir a verme? Que maleducado de tu parte...-Dijo en un notable tono sarcástico.
Al oír las explicaciones del inglés apartó un poco el arma, sin bajar la guardia ni un instante. Lo vió beber de su cerveza.Dios, lo detestaba. Hasta para beber cerveza era odioso.

Era una sensación extraña, estar ambos ahí sentados tomando algo, sin haberse saltado a la yugular a la primera oportunidad. En verdad estaba deseando que se largase de ahí o confesase los motivos de su visita (no podía evitar sospechar que UK tramaba algo). Cualquier cosa con tal de relajar la tensión del ambiente.

Guardó el arma entre sus ropajes de nuevo, no quería alarmar a nadie (eso sí, al alcance de la mano).
-¿Cómo van las cosas en tu islote, Cejudo? Todo gris y deprimente, me imagino.

Notó la mirada que le dirigía el hispano todo el rato mientras él no sabía qué hacer para que el otro se cansara y se marchara de una vez. Y no sólo le miraba mal, sino que le llamaba maleducado, le llamaba cejudo (con esto no pudo evitar hacer un pequeño ademán de llevarse la mano a una de las cejas, pero consiguió controlar el impulso) y le dirigía un aura despectiva e incriminatoria. Se giró un poco hacia él.

-En mi islote, todo perfecto.- remarcó islote, aún no considerándondolo como tal. Para él su isla era su casa, y si no fuera por ella no existiría, así que el español ya podría ir cerrando era maldita bocaza sino quería que las cosas acabaran mal.

Miró de arriba a abajo, de forma disimulada, el cuerpo del otro para así tener calculadas las posibles armas que debía guardar. Era una tarea bastante complicada y, al fin y al cabo, siempre podría acabar siendo sorprendido. Pero más valía prevenir por si se daba el caso en el que ambos se pelearan.

-¿Y ahora qué harás? ¿Seguirás insultándome y te quedarás o ya has pensado en otro bar mejor? - sí, lo estaba echando.