Si Natasha nunca sonrie en su vida, entonces era el fin del mundo.
Tener aquella carta entre sus manos era más que una de esas sonrisas macabras que le salen a la bielorrusa. Una carta exclusivamente de su hermano para ella, pidiéndole nada más ni nada menos que una alianza.
Era, totalmente, el día mas feliz de su vida, a lo mejor su hermano no la odiaba tanto como ella creía.
Agarró una pluma cuanto antes y se dispuso a contestar la carta.
“Mi querido hermano:
Sabes que yo siempre he sido de vuestra propiedad, y me agrada enormemente que me mandéis tal carta, demostrando vuestro cariño y afecto.
No tenéis que ni enviarla para preguntar algo así, sabes que yo siempre seré una contigo, siempre, siempre, os amo tanto hermano.
Tranquilo, espero que la carta te llegue, e iré a visitarte dentro de unos días cuando vuelvas así, ya que soy una contigo, podemos tener nuestro tiempo de privacidad...
Eternamente suya.
Natasha.”