¿Nii-san? [Privado :D]

Había navegado en una pequeña embarcación, hasta llegar a Ipswich, donde caminó hasta llegar a Londres, descansando cada muchísimas horas y sin comer hasta ser estrictamente necesario, por falta de dinero. Al llegar a la puerta de la casa de su hermano, llamó a la puerta, agotado por el viaje, a punto de caerse al suelo de sueño.

-Arthur, Arthur... -Pidió con un hilo de voz- Ábreme, por favor, desu-yo.

Cerró los ojos y se dejó caer sobre la puerta, quedándose casi dormido.

-Hermano, déjame entrar, ya no puedo más...

Llevaba prácticamente toda la tarde observando mapas.
Se pasó la mano por la frente hacia arriba, despeinándose mientras dejaba al descubierto parte de su frente, luego la pasó por la nuca y suspiró de forma sonora. Se sentía cansado, muy cansado. De hecho ya se le juntaban los mares con las lineas de tierra en cada pergamino que había sobre la mesa de madera oscura. Apoyó ambas manos, con un sonoro golpe, sobre la mesa y tomó impulso para ponerse en pie. Al fin abandonaba aquel incómodo taburete...

Iba a ver si le quedaba algo de té cuando escuchó unos débiles golpes sobre la puerta, seguidos de una vocecita conocida.

-¿Sealand...?- se preguntó mientras se dirigía hacia la entrada de la casa.

Volvió a escuchar la voz, siendo respondida su pregunta. Luego abrió rápidamente porque tuvo la sensación extraña de que le ocurría algo.

-Uh... -el chico se había quedado apoyado sobre él. Al parecer su cuerpo reemplazaba la puerta- ¿Qué haces aquí? -Preguntó serio, alzando una de sus cejas.

Luego lo agarró por un hombro para que se separara un poco y lo miró a los ojos.

-¿Cuántas horas se supone que llevas andando, eh? -dijo para luego dibujar una mueca en sus labios, entre molesto y preocupado.

Se encontró con la mirada verde de su hermano mayor, y sonrió con algo de esfuerzo. Se temía que ni tan siquiera se molestase en abrir la puerta, y mucho menos dirigirle la palabra. Cuando creía que iba a perder el conocimiento, dormirse o lo que fuera, notó como caia desde la puerta de madera hasta el pecho del inglés. Pero ni tan siquiera le importó ése detalle. Se despertó un poco cuando Arthur le cogió de los hombros y preguntó:

-Estan arreglando algunas cosas en la plataforma -Dijo con el único tono de voz con el que era capaz de hablar en ésos momentos: uno inaudible -Y no tengo donde quedarme...

Escuchó como un zumbido la otra pregunta, pero no pudo responderla, ya sa había quedado profundamente dormido, apoyado otra vez en el pecho de su hermano mayor. Había viajado demasiado para ser un niño tan pequeño, y ahora su cuerpo lo estaba pagando.

Chasqueó la lengua. No había oído qué sucedía con la 'casa' de Sealand, sólo que 'no tenía a dónde ir'. Y luego encima no había respondido su pregunta. Lo apartó un poco mientras se semi-agachaba, sosteniéndolo de nuevo por los hombros, viendo que se había quedado completamente dormido. Parpadeó un par de veces, algo perplejo por la velocidad en dormirse que había tenido y tras un nuevo y profundo suspiro lo tomó por las axilas y lo levantó.

-Ugh... -se quejó un poco. Hacía demasiado que no cogía a Sealand (obviamente, con lo bien que 'se llevan') y parecía pesar algo más de lo que se había imaginado.

Terminó por acomodarlo en sus brazos y cerró la puerta como pudo para llevarlo hacia el interior. Dejarlo en la sala no sería lo adecuado, por lo que se dirigió a una de las habitaciones para dejarlo sobre la cama. Se paró en seco al pasar por una puerta abierta, que daba al baño. Se estaba viendo reflejado, con su hermano pequeño en brazos, algo que... era raro que pasara. Frunció los labios y miró de reojo al pequeño, mientras no podía evitar el pequeño rubor que había aparecido sobre sus mejillas.

¡Arthur idiota! Se le repitió lo mismo varias veces, recordando a Sealand sacándole la lengua. Sacudió su cabeza de un lado a otro y decidió proseguir su camino. Una vez llegó al dormitorio lo dejó sobre la cama, tapándolo.

-Sólo si no andaras tratando de ser un país independiente... -murmuró mientras le pasaba la mano por el flequillo, aprovechando para quitarle el gorrito y dejarlo sobre una mesa cercana.

Luego se marchó de la habitación para dejarlo descansar. Luego... le haría algo de comer.

(Huye, Sealand, huye! (???))

Durmió más de lo que había dormido en bastante tiempo, gracias al profundo agotamiento, además de que no estaba acostumbrado a dormir en lugares tan cómodos, ¿Una cama? En Sealand no había sitio para eso, y si lo hubiera, estaría eternamente mojada por las goteras y los escapes de agua de la plataforma. Posiblemente, no había dormido en una cama decente desde que fue olvidado por su hermano mayor y Peter había decidido odiarlo para el resto de la eternidad por eso mismo. Cuando despertó, abriendo los ojos lentamente, no se esperaba estar en un lugar tan blandito. Es más, debido a que aún estaba un poco adormecido, ni tan siquiera recordó al principio que estaba en casa de Arthur. Se puso de pie y bostezó ligeramente. Entonces, al despejarse un poco, recordó por qué estaba allí. Buscó por toda la casa, hasta encontrarse al rubio de ojos verdes.

-Hola Arthur -Dijo en voz baja. Hacía muchos años que no le saludaba con un "Hola Arthur", no con un "Idiota", "Bakarthur" o "Igirisu no yaro", pero esa vez lo dijo -Gracias por dejarme quedarme aquí, desu-yo...

Había estado aprovechando el pequeño rayo de sol que había aparecido por un rato fuera de su casa. La temperatura seguía siendo algo baja y húmeda pero ese calorcito le hacía sentirse muchísimo mejor. No sabia cuánto tiempo debía hacer que estaba allí plantado, pero consideró que iba siendo hora de entrar a ver si ya habían comenzado a hacer la cena.

Suspiró. Había pensado en hacerla él, pero su mayordomo llegó del mercado poco antes. Así que no tendría 'que hacer ese trabajo'.

-"Por lo menos sabrá mejor que lo que haya yo..."- pensó algo disgustado con su nula actitud ante preparar un buen plato.

Llegó a la sala, sin saber muy bien qué hacer en aquel momento, justo cuando vio aparecer por el marco de la puerta a su hermano pequeño. Sabía que tras el saludo su cara se había quedado en una expresión de sorpresa, dirigida hacía Sealand. No le había insultado. Le había saludado, dicho su nombre sin adjetivo alguno, y además le estaba dando las gracias. A él, al que siempre había acusado de abandonarlo y al que parecía tener bastante odio. Se llevó la mano a la boca mientras bajaba la mirada, dándose cuenta de que su reacción de perplejidad era bastante notable.

-D-de nada... Quédate el tiempo que necesites... pero no rompas nada tampoco. -murmuró suavemente. Luego cambió por completo su postura y dirigió una mirada hacia el lugar en el que se encontraba la cocina.- No tardarán mucho en hacer algo de comer. Supongo que tienes hambre.

Se mantendría altivo. Vete a saber si el 'tratarlo bien' no era un plan de Sealand... o de Escocia y Sealand... o de Irlanda, Escocia y Sealand... algo debía de haber tras todo aquello. Seguro.

-¿Cena? -Repitió -¿La haces tú? -Preguntó, asustado. Eso era simplemente incomible. Caminó a paso lento hasta la cocina, encontrándose con el mayordomo del inglés cocinando por él, y suspiró de alivio. -Gracias a Dios, desu-yo...

Volvió a acercarse a Arthur, y se sentó con las piernas cruzadas en el suelo, tocando con la llema de los dedos la madera con la que estaba hecho, suspiró ligeramente, mientras pensaba seriamente por una vez en su vida si debía preguntarle la pregunta que día tras día le torturaba a él. Apretó los dientes con fuerza y cerró los ojos, mientras hacía como que se entretenía mirando el suelo. Entonces, cuando habían pasado, por lo menos, diez minutos sin palabras, escuchando sólo el murmullo del agua cocerse desde la lejana cocina, preguntó con un hilo de voz:

-¿Por qué me dejaste sólo?

Observó su ir y venir de un lado a otro. Aunque no viviera con él ya estaba acostumbrado ya que solía ser un no parar. Un pequeño terremoto: alborotador, molestoso y preguntón. Y le faltaba lo último... vio cómo se snetaba en el suelo y, cuando estaba a punto de recriminarle que no lo había hecho en el lugar más adecuado, le soltó 'la pregunta'.

Se mantuvo un rato en silencio, escuchándose en la cercanía el ruido contínuo de la cocina. Se podría decir que se estaba pensando bien la respuesta, pero realmente se había quedado en blanco. Miró a los ojos a Sealand, luego volvió su vista a un cuadro que colgaba en una de las paredes de la sala. Era un barco enorme surcando los mares embravecidos... una buena teoria sino fuera porque a la práctica le resultaba algo de poco gusto. Debería retirar el cuadro de la pared y poner alguna otra cosa. Cuando se dio cuenta de que estaba divagando fue cuando centró su vista en el mar de la pintura. Sealand estaba rodeado de agua. Bueno, como él, pero su territorio era mucho más grande en comparación.

Suspiró y volvió a mirar el pequeño, al que suponía impaciente. Abrió la boca tras tomar aire para poder empezar a hablar.

-Señor, la comida está lista y servida.- interrumpió el mayordomo.

Arthur se quedó en silencio por unos instantes, aunque esa interrupción le habia salvado.

-V-vamos Peter... -y se encaminó hacia la cocina tras su empleado.

No sabía en qué narices estaba pensando su hermano mayor, ¿Por qué no le respondía? Se mordió el labio, aún sin atreverse a decir algo más o callarse y esperar a que su Inglaterra se dignase a decir algo. Cerró los ojos con fuerza, esperanco impaciente un rastro de voz de Arthur. Cuando ya se estaba cansando, escuchó la voz del mayordomo. Se agarró al sofá para poder estar en pie, y caminó hasta donde aquel hombre extraño le dijo. Se sentó en una mesa, frente a un plato de sopa, el cual empezó a comer sin mucha energía. Se comió el plato sin decir una palabra, sin dedicarle una mísera mirada al inglés.

-Está rico, desu-yo -Fue lo único que dijo, al final.

Ahora sí que le miró a los ojos, atentamente, como diciéndole "Estoy esperando la respuesta", y así se quedó, buscando los ojos verdes del inglés en silencio, esperando pacientemente a que le diera unas buenas razones para hacerle lo que hizo.

Llegó a la cocina antes que Sealand, pero el pequeño se adelantó para sentarse, precisamente, en el sitio que le tocaba a él. Suspiró sin decir nada y se acabó sentando en el sitio que se había preparado para Sealand. Se colocó la servilleta para no manchar su ropa de forma lenta y tranquila mientras escuchaba cómo el pequeño ya engullía la comida. Resistió las ganas de decirle que era de mala educación, que debería hacer lo que estaba haciendo él. Pero es que la maldita pregunta todavía le rondaba en la mente.

Finalmente se situó mejor frente a su plato, tomó el cubierto y tomó una cucharada, soplando un poco antes. Iba ya por la mitad cuando el otro ya habia terminado y le decía que le gustaba la sopa, le miró y se acabó topando con sus ojos.

-Ah... -sabía qué pretendía con aquella mirada, le estaba repitiendo la pregunta con ese gesto tan simple- s-sí que está bueno. ¿Quieres repetir?

Y, no sabía por qué, pero empezó a contarle a Sealand los tipos de sopa que había probado en su vida. Se sentía ridículo, pero todo fuera por evitar resonder a aquello otro.

Miró al inglés a los ojos, con la cabeza inclinada, escuchando su parrafada sobre las sopas, que, realmente, poco le importaba. ¿Por qué no quería decirle la verdad? ¿Por qué no le escuchaba, por una vez en su vida? La falta de respuesta le hizo sentirse miserable, totalmente miserable. Miró para otro lado y se levantó, enfadado. Le dio el plato al mayordomo y salió de la cocina, dejando al inglés con la palabra en la boca.

Se metió en el salón, sentándose en el sillón de Arthur adrede, por joder. Esperó a que su hermano saliera también, mirando al marco de la puerta.