Espagne~ ♥♥♥

Entreabrió los ojos al oir en sueños su nombre y algo sobre tomates. Refunfuñó como pudo y olfateó el aire en busca del olor de su amada fruta. Nada. Miró por encima del hombro de Francia y volvió a olfatear: una vez más, no había rastro de los supuestos tomates.

-No hay tomates aquí...- eso lo había molestado.Francia lo había despertado con un anzuelo malvado y lo había traicionado. Había sido cruel y además lo había puesto de malhumor. Lo cierto es que Antonio no tenía muy buen despertar si era forzado, especialmente después de una buena siesta.

-¿Vas a entrar o no?- Dijo. Segundos después cayó en la cuenta de que Francia no tendría llaves, así que tuvo que bajar de su espalda y abrir él mismo la puerta, lo cual solo empeoró su humor.
Necesitaba despejarse rápido, y para ello no había nada mejor que una ducha. Si, se sentiría mejor después de una ducha de agua fría.

-¿Vas a ducharte? - Por cortesía tendría que dejar ducharse antes a Francia, claro, pero éste era capaz de gastarle toda el agua, lo cual empeoraría su humor más aún. ''Con un poco de suerte, preferirá ducharse mañana'' pensó , a pesar de no tener muchas esperanzas de que algo así sucediese. Por no decir ninguna, podía imaginarse perfectamente a Francis totalmente horrorizado ante la prespectiva de dejar su pelo y su piel a merced de la sal que se había quedado adherida a él.

Dejó su ropa sin cuidado alguno encima de una silla. A estas horas no creía que Francia fuese a irse a su casa, así que tendría que prepararle una habitación para que pudiese pasar la noche ahí, y lo cierto es que le daba una pereza increíble... Si Francis no presentaba objeción alguna, podrían dormir en su cama: era suficientemente grande para que ambos tuviesen espacio individual de sobras. Se encaminó hacia el cuarto de baño para comenzar a preparar el agua.

Frunció un poco el ceño cuando escuchó como el de pelo castaño lo apremiaba para que entrara. ¿Es que se pensaba que si pudiera entrar por sí mismo lo hubiera despertado? Sabía cómo se ponía cuando lo obligaban a despertarse. No era tan masoca como para provocar que se enfadara con él. Suspiró por lo bajo frotándose un poco la espalda: quizás ya se estaba haciendo mayor para llevar a alguien de más o menos su edad a caballito (?). Observaba de reojo las expresiones que Antonio ponía y todos sus gestos. Perfecto, encima cada vez parecía más irritado. Lo que le faltaba. Antonio enfadado era una de esas cosas que no deseaba experimentar.

Lo siguió hasta el cuarto de baño, atento a cualquier posible señal que denotara que el español iba a explotar. Para entonces quería haber corrido lo suficiente para no recibir daños. Claro que se quería duchar, pero temía que si lo hacía primero, el humor de Antonio entonces sería peor. No podría marcharse a esas horas hasta su casa, los caminos hacia Francia se acababan tornando oscuros y peligrosos en cierto modo. Si tenía que quedarse en la península, prefería tener a su lado a un hispano de buen humor. Bueno, sino siempre podía irse a pasar la noche bajo un puente. Puede que así pasara frío, pero al menos estaría más seguro que con Antonio iracundo a su alrededor.

- Me gustaría ducharme porque no es buena idea dejar el pelo con la sal pero... Creo que tú necesitas la ducha antes que yo. Así que esperaré... -vio la mirada que le había dirigido el otro y pensó rápidamente: quedarse era una opción que hubiera dicho en otro momento, ahora casi era suicidarse- fuera supongo...

Suspiró inaudiblemente mientras se dirigía hacia la puerta. Otro día ya vendría a espiarlo mientras se duchaba. Eso siempre era entretenido.

Asintió, somnoliento y todavía de malhumor. Empezó a deshacerse de la ropa, que tiraba sin ningún cuidado por los rincones del baño. A pesar de todo, esperó a que Francia hubiese salido del baño para deshacerse de los calzoncillos: un mínimo de pudor le quedaba aún.

No pensó en calentar el agua, sencillamente le daba demasiada pereza. Llevaría algo de tiempo y no le quedaría nada de agua a Francia tampoco. Además, venía de la playa, y en el mar el agua estaba fría,de modo que técnicamente no iba a notar la diferencia...Pero la notó. La notó lo suficiente como para despejarse de golpe y emitir un grito ahogado de sorpresa (que esperaba que el galo no hubiese oído).

''¡Dios mio, está congelada!'' Pero tampoco podía salir y calentarla. Lo mejor era acabar rápido y confiar en no pillar un señor catarro. Se deshizo en cuanto pudo del salitre y salió de la bañera tiritando. Para colmo de males, no había agarrado nada con que secarse y cubrirse el cuerpo al salir. Rebuscó por el cuarto. No, no había nada. Los dientes le castañaban de puro frío y caminaba encogido por el mismo motivo. Miró la chaqueta, podría usarla para vestirse pero... Estaba totalmente cubierta por sal y arena, hubiese sido una soberana tontería ponérsela, por que se vería obligado a ducharse de nuevo. Se estremeció al pensar en el calvario de verse sometido de nuevo a ése tormento. Pasaría mucho tiempo antes de que Antonio decidiese tomar una ducha de agua helada nuevamente. Otra opción era salir desnudo, y lo cierto es que no le parecía demasiado tentadora: no estaba lo suficientemente borracho para ir exhibiéndose por ahí como Dios le trajo al mundo.
De modo que optó por la última carta de la baraja, pedir auxilio a Francia. Se acercó de puntillas a la puerta (¡Hasta el suelo estaba frío!) y abrió un poco la puerta, lo suficiente como para poder asomar un poco la cabeza y llamar a Francis:

-¿¿F-F-rancis??- Le costaba mucho hablar a causa del frío.- ¡¿M-me p-puedes tra-e-er u-uuna toalla...?!-
''¡Rápido que me congelo!'' hubiese querido añadir. Comenzó a dar saltitos para ver si entraba en calor. Si Francia tardaba mucho más, tendría que recurrir a las poco apetecibles opciones anteriores, pero con un poco de suerte no sería necesario.

No sabía qué hacer y le daba cierto reparo andar a sus anchas por la casa de Antonio. Al final se decantó por apoyarse contra una pared, no muy lejos del lavabo y quedarse mirando la nada. Era lo más aburrido que había hecho en mucho tiempo, tanto que se había puesto a buscar formas en los azulejos del suelo. Repentinamente sintió todo el cansancio del viaje y el de la playa. Se sentía somnoliento hasta el punto de que podría quedarse dormido. Si no fuera porque luego recordaba que su pelo estaba lleno de sal y que al día siguiente aquello sería una catástrofe, le tentaría demasiado la idea de ducharse al día siguiente.
Estaba quedándose algo adormilado cuando la puerta se abrió y escuchó la voz de Antonio. ¿Por qué sonaba tan rara?

- Estoy aquí -dijo acercándose hasta la puerta y viendo como parecía bastante mojado y... uh~, bonito torso . Intentó centrarse en lo que hablaba el hispano, además le estaba costando bastante hablar- Ahora vengo.

Se fue a buscar y se dio cuenta de que no tenía ni idea de dónde guardaba las toallas. Bien, ya podría haberle dado la información completa. Por suerte, no tardó mucho en dar con el lugar donde almacenaban las toallas, cogió un par y corrió de vuelta hasta el lavabo. Es que para haber recurrido a él, usando ese tonito de voz, Antonio debía estar pasando mucho frío. Abrió la puerta, sin preocuparse de cualquier cosa como que al otro pudiera darle vergüenza y sin dejarle quejarse lo envolvió con la toalla, tapándole el cuerpo (ya no podría quejarse de vergüenza alguna) Frotó un poco sus hombros para que entrara ligeramente en calor. Notó que dejaba de temblar así que se quedó más tranquilo. Cogió la otra toalla y se la puso por la cabeza, empezándole a secar el pelo.

- Si es que... No sé en qué piensas... Si te tratas así un día cogerás un catarro del que no te recuperarás... No deberías ser tan despistado -dijo con cierta preocupación (aunque como si estuviera regañándole un poco también) el francés.

Infló un poco los carrillos ante el comentario de Francia. No era como si cometiese aquel suicidio ( por que había sido un suicidio, estaba convencido) cada vez que fuese a ducharse.
-Que no hombre, que normalmente esto no me pasa...

Su cuerpo comenzó a destensarse al notar de nuevo un poco de calor. Era un verdadero alivio. Dócilmente, dejó que Francia le secase el pelo y cerró los párpados para la toalla no le diese en los ojos.
Pensó desanimado que si fuese de día e hiciese sol, iría corriendo al jardín a calentarse bajo los rayos de éste, cual lagartija. Le encantaba el sol. La lluvia más de dos dias seguidos le deprimía (y le hacía acordarse de Reino Unido, muy a su pesar). Abrió los ojos, encontrándose con el rostro de Francis. Fijó la vista en su pelo: era como el sol , por el color. Lástima que no calentase igual.

-Gracias Francis...Me estaba congelando en serio. No vuelvo a ducharme con agua fría jamás, y si fuese tú, la calentaría antes de meterme. Es horrible...

Pese a tener el cuerpo arropado con la toalla, ésta se había humedecido y ahora volvía a tener frío ( aunque no como antes, desde luego). Sacudió un poco la cabeza para quitarse la toalla y las manos de Francia que le secaban el pelo y se pegó a él. El rubio aún estaba cubierto de sal, pero no iba a ser tan problemático como si se hubiese puesto la chaqueta, cubierta de salitre y arena.

Apoyó la cabeza en el hombro de Francia, hundiendo la nariz en su cuello. Olía a sal, lógicamente.También era agradable, pero le gustaba más el olor propio de Francia. Como la espalda y los brazos no entraban en contacto con el calor de Francis, Antonio se separó un poco y cogió los brazos de su amigo para usarlos a modo de manta, obligándole a abrazarle. ''Mucho mejor así'' pensó , esbozando al mismo tiempo una sonrisilla satisfecha.

-¡Estás calentito~Que gustito~! -rió.

Y eso le iba la mar de bien.Se sentía mucho mejor, así que se separó del francés y se fue a su cuarto para cambiarse y ponerse ropa seca. Una vez se encontró solo en su alcoba, cogió unos calzoncillos y una camisa que usaría para dormir, y se los puso dejando caer sin reparo la toalla al suelo.

Había dejado de "reñirle" y se había concentrado ya en secar su pelo. Mejor que no le quedara mojado, sino le volvería a dar frío. Le parecía graciosa la manera en que el pelo de Antonio tomaba vida propia y se asentaba en la posición que le daba la gana. Era imposible domarlo, de hecho un poco como el dueño. De tal palo... Estaba tan concentrado que ni se fijó en que el otro lo observaba. Volvió a la realidad cuando le dio las gracias.

- Gracias por el consejo, lo tendré en cuenta. -dijo sonriendo un poco- Creo que iré a por otra toalla antes de meterme, ahora que ya sé donde están, aprovecharé.

Arqueó una ceja, pensando que ya volvía a comportarse (como en ocasiones hacía) como un arisco y no quería que lo tocara más, cuando el español sacudió la cabeza para que no siguiera secándole el pelo. Pero fue al contrario, Antonio se acercó más a él. Pues sí que debía haber pasado frío si aún estaba así.

- Aún estoy cubierto de sal. -dijo Francis.

Ganas de abrazarlo no le faltaban, pero lo que no acababa de hacer era atreverse. Pero bueno, el español no le daba importancia, puesto que a pesar de la nota informativa no se movió del sitio. Es más, apoyó su cabeza en el hombro y notó la nariz en su cuello. Estaba un poco fría y notó un escalofrío recorriéndole la espalda. Maldita sea, ¿c-cómo hacía esas cosas tan de imprevisto? A veces era peor que un crío. Y el hecho se demostró cuando se apartó y lo obligó a abrazarlo, sonriendo luego satisfecho. Lo estrechó un poco, pegándolo a su cuerpo para darle calor. Se debatía entre la ternura que el español le inspiraba y su otra parte. Esa que le venía por naturaleza y que le estaba diciendo lo mucho que deseaba hacerle cosas al hispano. Encima olía tan bien... Pegaría un mordisco en ese cuello tan apetecible que podía divisar desde su posición.

-¡Estás calentito~Que gustito~! -dijo Antonio risueño.

Ahora sí que se quedó estático y perdido en sus pensamientos. Le había frito el cerebro con tan sólo una maldita frase.

- "... 'Q-qué gustito' dice..."

Antes de que pudiera reaccionar, el español se separó y se fue tan pimpante a su habitación. Se quedó mirando la nada con expresión nula hasta que repentinamente empezó a temblar un poco, llevándose una mano a la boca, sonrojado.

- M-maldita sea, España. Esto no se hace... -murmuró hablando solo.

Pero sabía lo que necesitaba. Bueno, mentira. Sabía lo que deseaba y sabía lo que debía hacer. Eran dos cosas diferentes: Lo que quieres y lo que está bien hacer. Lamentablemente, eran demasiado divergentes. Fue a paso rápido hacia la habitación con las toallas, cogió un par. Volvió al mismo ritmo, se quitó la ropa en un visto y no visto y se echó el agua fría por encima de sopetón.

- ¡Merde! -exclamó

Una parte de él se esperaba que estuviera fría, otra parte de él no se esperaba que lo estuviera tanto. Eso sí... No había rastro ya de aquel sentimiento, aquellas cosquillitas, aquella "perversión" (que decían otros países). La contrapartida es que se estaba congelando. Ahora entendía por qué Antonio estaba de aquel modo. Se apresuró en lavarse bien y aclararse (apretando dientes para no ponerse a insultar el agua (?)). Se envolvió con las mantas, las dos, y se quedó quieto en un rincón, temblando un poco y dibujando una sonrisa extraña a la vez que una aura azulada se instalaba a su alrededor.

- Bien, Francis... Lo has superado como un señor. Quizás pilles una pulmonía... Pero como un señor... -dijo riendo extrañamente mientras seguía acurrucado y con el pelo chorreando. Debería secárselo pero las dos toallas lo aliviaban y como se quitara una... No quería ni pensarlo. Mejor seguir así un rato.

Se extrañó al ver que Francia tardaba tanto en volver del baño, de modo que salió de la habitación para comprobar que todo estuviese bien. Aprovecharía además para comunicarle al galo que podía dormir a su lado si no le apetecía irse al sofá (porque no tenía ganas de ser él mismo quien durmiese allí: a pesar de ser cómodo para recibir visitas, por experiencia sabía que ése mueble era terrible a la hora de dormir en él). Picó a la puerta del baño dos veces y llamó a Francia elevando un poco la voz.

-¿Estás bien? ¿No te habrás duchado con agua fría, no? Si necesitas algo llámame. Ah, por cierto, no te importa dormir conmigo, ¿no?- Con toda la inocencia del mundo le explicó las razones a Francia, no fuese que le pusiese alguna pega (cosa que cualquiera que no viviese en una parra podría imaginar que no iba a suceder)- Es que tendría que preparar la cama y todo y me da mucha pereza.

Abrió un poco la puerta al ver que Francia se tomaba su tiempo para contestar. Quizá le había pasado alguna cosa...La ducha debía estar maldita o algo así. Se encontró al rubio envuelto en dos toallas, agazapado en un rincón.

-Oye ¿En serio estás bien?- Se acercó un poco a él- Si tienes frío, puedo encender la chimenea, o prepararte algo caliente para beber. ¿No te has calentado el agua como te dije?-Suspiró resignado. Él ya le había advertido de lo fría que estaba el agua. -Espera, te traeré otra toalla más.

En unos pocos minutos, el español había vuelto con una gruesa toalla en las manos y había envuelto el cuerpo de Francia con ella. Imitó la acción que Francis había llevado a cabo con él anteriormente, le frotó un poco los brazos para hacerle entrar en calor. Lo abrazó y le frotó con énfasis la espalda; así entraría en calor más ràpido.

[ *mira la longitud del post, compara con el otro post y decide pegarse un tiro* : ) no doy para más OTL]

Se acababa de dar cuenta de algo. No llevaba ropa para cambiarse y la suya tenía sal y, en el peor de los casos, hasta arena. Rió amargamente, con un aura azul a su alrededor. Lo de conseguir la alianza había ido bien pero lo demás... Primero el golpe y ahora esto. Parecía ser que de repente la diosa fortuna le había dado la espalda. ¿Y ahora que hacía? Quizás el español se había olvidado de él... ¡O aún peor! ¡Quizás el español ya se había echado a dormir! Eso sí que sería malo. Por suerte para él, la puerta del baño sonó y escuchó al otro lado a España llamándole. Se tomó su tiempo para contestar, intentando que su voz sonara normal, como siempre.

- No me importa, no -dijo mientras seguía escuchando las razones de Antonio. Era tarde y había estado durmiendo, veía lógica a que de repente Antonio no quisiera ponerse a hacer una cama. Si podía evitar hacer las cosas, las evitaba. Bueno, y así de feliz vivía. Quizás tendría que tomar ejemplo.

España abrió la puerta y levantó la mirada para toparse con la de ojos verdes. Entonces mencionó la chimenea, algo caliente para beber. Todo sonaba tan apetecible.

- H-he tenido problemas técnicos -respondió Francis

Y hablar lo único que hacía era que se moviera y que la toalla empapada rozara su piel y le provocara escalofríos. ¿Cómo demonios podía estar tan fría el agua en el país de la pasión? No podía entenderlo. Antonio regresó y lo arropó. Se fijó en cómo las tornas se habían invertido y no pudo más que sonreír de lado. Eso le pasaba por bocazas. Al menos, las acciones del hispano estaban ayudando a que el frío se le fuera pasando. Encima, al estar frotándole la espalda, lo tenía bastante cerca. Cuando Antonio era atento con él, lo raptaría a riesgo de entrar en guerra con Italia. Pero claro, el mismo español sería un impedimento. Lo imaginaba.

- España... -llamó el galo.

Logró lo que quería; que desde esa posición Antonio lo mirara. Estiró el cuello y le dio un beso agradecido en los labios. Sin alargarlo demasiado y sin ser invasivo. Se estaba portando bien, sólo quería darle las gracias y, según su experiencia, España no lo trataría demasiado mal por un simple beso (otro punto a favor, sí). Se separó e intentó esconder el cuello en la toalla de nuevo.

- Merci por darme ahora calor tú a mí -dijo con media sonrisa.



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[N-no es tu culpa, soy yo que me enrollo como las persianas ;w; tu post está bien!! A mí me gusta!! Si mira lo que me hiciste hacer ya!! *lol*]

No pudo evitar sonreir ante el beso de Francia. Debía confesar que había sido agradable. Corto, suave y sincero. No es que no le gustasen los otros besos, esos que se daban en otras ocasiones (y que podían derivar en puñetazo la mayoría de las veces), pero sentía especial devoción por el tipo de besos como el que Francis le había concedido. Eran sus segundos favoritos, puesto que, haciendo gala de su título de país de la pasión, no había nada que más le gustase que un buen beso apasionado (pero consentido, no sin venir a cuento...).

-No hay de qué. Hoy por ti, mañana por mi, que dicen...-Salió de la habitación y fue a prepararle algo de bebida que elevase un poco la temperatura corporal del galo.- ¿Te apetece algo en especial?

Tras preparar la demanda de Francia y tendérsela, subió al cuarto que iban a compartir. Tenía tanto sueño que estaba convencido de que se quedaría frito nada más rozar las sábanas. No había reparado en que Francia se hallaba desprovisto de ropa limpia, así que frunció el ceño al verlo entrar arropado todavía con las toallas.

- ¿No vas a quitarte eso? ¿O piensas dormir con la toalla?-Lo decía totalmente en serio.

Bueno, los franceses eran muy raros. Capaz que era una moda nueva, de esas que el español no alcanzaba a comprender (que manera más tonta de poner la salud en riesgo), pero que era consciente de que su buen amigo seguía con bastante regularidad. De modo que en el fondo, si pensase dormir con la toalla húmeda, tampoco le sorprendería tanto. Cosas más extrañas había visto.

La cama lo estaba llamando. Casi podía oír las súplicas de esta ''¡Ven, duerme aquí, calentito! ¿A qué esperas? Soy cómoda~'' Y él, que era una persona comprensiva, no iba a desatender la llamada de...un mueble mullidito en apuros. No tenía sentido alguno, pero en su mente Antonio lo veía bien claro. ''¡No hay más que hablar!'' pensó, y con un hondo suspiro de felicidad, se tiró sobre la cama, que chirrió sonoramente. Mucho había aguantado esta ya, pero a pesar de saber que tenía que cuidarla con algo más de esmero, Antonio no era capaz de sacrificar el goce que le producía echarse sobre ésta en un placaje.
Una vez ahí dirigió una mirada al rubio, que no se había movido. Quizá no pensaba dormir con la toalla...

-Ah, pues si quieres, puedes mirar algo en el armario... Píllate algo o te acatarrarás.

Mientras esperaba a que su cuerpo se diese a Morfeo, miró a Francia con curiosidad. Como miraba en el armario, como se movia, como rechistaba por lo bajo por lo poco que le gustaba la ropa del español... Sonrió una vez más. ''Hay cosas que no cambian nunca''

Decidir lo que quería beber no le llevó demasiado tiempo. Esperó y cuando se la trajo la agarró como si le fuera la vida en ello. Ah~ estaba tan calentita~ Se sentía revivir por momentos. Se terminó la bebida y caminó hasta la cocina, dejándola en algún sitio que no molestara. Volvió al cuarto de baño y se dio cuenta que Antonio no había vuelto a pasar por allí para dejarle ropa seca. Y no es que no hubiera tenido tiempo... Además, diría que demasiado. Recordó que se había dormido en la playa, el mal humor, las pocas ganas de hacer nada debido a que quería descansar. Arqueó una ceja mirando al baño.

- Este es capaz de haberse quedado dormido... -dijo suspirando resignado y empezando a caminar hacia el piso superior.

Cuando llegó, Antonio no se había echado a dormir aún (por suerte) aunque sí le dirigió una mirada que parecía estar diciéndole: "¿Qué demonios haces así?". Él le devolvió una mirada de: "venga, que se te ilumine ya la bombilla" que el hispano no leyó. Maldita sea, a veces hasta olvidaba lo cabeza cuadrada que podía llegar a ser.

- ¿No vas a quitarte eso? ¿O piensas dormir con la toalla? -dijo Antonio

- "... Por Dios... Su inocencia ralla lo absurdo a veces" -pensó Francis con amargura- "Se dará cuenta... En algún momento debe darse cuenta digo yo. No puede ser que crea que voy a dormir con las toallas mojadas. ¡Cómo no me preste ropa dormiré desnudo a su lado y me pegaré mucho! ¡Y como se ponga tonto le enseñaré que a mí no se me puede maltratar de este modo! Sí... demostrarle cómo se debe tratar con amor a alguien... ja..ja... ja... Casi estoy deseando que no lo haga"

Por mala suerte el hispano se dio cuenta (a su manera). Suspiró resignado y se fue hasta el armario, empezando a mirar qué podía ponerse. Lo malo es que la ropa de Antonio, en su mayoría, no era excesivamente bonita. No es que fuera fea, pero no el tipo de ropa que él se pondría. Es más, creía que Antonio debería renovar su ropa y vestir algo más elegante.

-Ah~ Antonio. Deberías comprarte ropa nueva, más elegante, que te hiciera ser aún más atractivo y deslumbrante. Seguro que así todas las chicas caerían rendidas a tus pies. No con esta... Camisa que parece del año 100 a.C.

Cogió la camisa y que vio más grande, porque estaba ligeramente más fornido que él y se la puso, luego cogió unos pantalones cualquiera, se miró al espejo y frunció el ceño un poco.

- Perfecto, ahora parezco un campesino. Espero que estés contento de que me vea así -refunfuñó Francis yendo hacia la cama, tumbándose al lado del español- Seguro que lo haces todo para reírte de mí -dijo con lagrimitas en los ojos, aferrándose al otro, abrazándolo por la cintura- Estoy tan frustrado ahora mismooo~ -empezó a intentar meterse bajo la camisa de Antonio para alegrarse de algún modo.

Rió un poco al escuchar los farfullos de Francia y lo ignoró, como hacía a menudo cuando tocaban este tipo de temas. ¿Qué tenía de malo llevar ropa de campesino? ¿Acaso no eran una representación de su gente, no solo del territorio? Por supuesto Antonio sabía de antemano que discutir esas cosas con el francés era una batalla inútil.

-No tengo interés en que me caigan las chicas rendidas a los pies... Ya tengo bastantes quebraderos de cabeza.

Se dejó abrazar por Francia. Le apetecían mimos. Un poco. Era uno de esos caprichos que de vez en cuando se permitía, dejarse carantoñear por Francia y...Bueno, lo que surgiese a raíz de eso. Eso sí, no dejaba que eso sucediera cuando el rubio quisiese. En ese aspecto, como en otros tantos, detestaba no sostener él mismo las riendas. Y no le importaba demasiado lo que Francis pudiese opinar al respecto, un no era un no y un sí era un sí. Por que Antonio era muy terco a pesar de lo que pudiese aparentar, por supuesto.

-Eres un exagerado. Además, es solo para dormir, hombre...No es que tengas que ir a un baile de esos o algo así.

Se removió un poco para encontrar una posición cómoda entre los brazos de Francis. Tenía sueño, mucho sueño ¡Y se estaba tan bien ahí! Pronto iba a quedarse dormido como un tronco, lo presentía.
Luchando por mantener los párpados abiertos, pasó sus brazos por el cuello de Francia, aferrándose a él y hundiendo el rostro en su cuello. Ya no olía a sal, olía de nuevo a Francis. Siguiendo un impulso, se separó repentinamente y lo miró como si se le hubiese encendido de golpe la bombilla sobre la cabeza.

-Dame un beso. -dijo firmemente. - Un beso de buenas noches- por ponerle un nombre, aunque eso era lo de menos.

No es que se le hubiese encendido ninguna bombilla, sencillamente la idea se le había pasado por la cabeza y tal y como vino se la había soltado a Francia sin pensar demasiado. Le apetecía mucho un beso. Un beso y acariciar su pelo, a pesar de que este aún estaba algo húmedo.
No queriendo esperar la respuesta del galo, se abalanzó el mismo sobre los labios de éste. Nunca había sido hombre de mucha paciencia.

Dejó la idea de meterse debajo de su camisa cuando se dio cuenta de que era demasiado complicado en la pose en la que estaban. Igualmente no soltó el abrazo y acarició la espalda del de ojos verdes por encima de la ropa que llevaba. Al menos por el momento. Seguramente no tardaría demasiado en meterse bajo las ropas. Le gustaba el tacto de la piel del hispano. Miró hacia el horizonte, con una sonrisa un poco desencajada, cuando el otro rodeó su cuello y enterró el rostro en su cuello. ¡Maldita sea! ¿E-es que Antonio no recordaba que, de todos los hombres que había sobre la faz de la tierra, él era el que menos autocontrol tenía?

Estaba divagando en sus pensamientos, intentando no perder el control, cuando repentinamente España se separó y lo miró de una forma que a Francia le parecía extraña.

-Dame un beso. -dijo el español firmemente. - Un beso de buenas noches.

Su mente se murió por unos segundos ante la petición de Antonio. La tentación que el galo sentía era tan grande que podías amontonarla en un rincón y formarte tu propia Torre de Babel. Quizás hasta llegaría aún más alto que la susodicha. Bueno, era sencillo. Tan sólo tenía que acercarse, darle un beso, separarse y contener las ganas de hacerle ver que era el mejor en la cama. Tenía cerebro y era racional, ¡podía controlar un poco sus hormonas! Quizá...

No le dio tiempo a pensar mucho más porque Antonio había tomado la iniciativa y lo besaba con cierta impaciencia. Ah~, la pasión de España le encantaba. Y en ese momento, todo pensamiento racional de antes se había desvanecido. Total, siempre ocurría lo mismo con él. Tonteaban, tenían un pequeño rendezvous y luego las aguas volvían a su cauce. ¿Y quién era él para negarse a eso? Correspondió al beso y cuando tuvo oportunidad profundizó en él, jugueteando con la lengua del español. Por mala suerte, ambos necesitaban respirar un poco. Dibujó una sonrisa juguetona mientras lo miraba y rozaba con la mano una mejilla.

- ¿Y ahora qué? -murmuró con un tono de voz algo más bajo, confidente, pero a la vez sexy- ¿Te gustaría repetir, mon amí?

Decir que no hubiese sido una mentira como una catedral. No tardó en despejarse un poco y en atacar una vez más los labios de Francia con fiereza. De vez en cuando una sonrisilla se le dibujaba en los labios, o se le escapaba un suspiro o pequeños gemidos cuando el galo mordía su labio inferior. Y mientras tanto, sus manos jugaban con el pelo Francia, enredando sus dorados mechones entre los dedos y acariciándole la nuca con suavidad.

Pronto perdió la percepción del tiempo que llevaban besándose. Podrían haber sido minutos, o quizá horas. No importaba. Cada nuevo beso era tan distinto de los anteriores, como si nunca se hubiesen besado y sus bocas se buscasen con frenesí. Luego paraban un poco y los besos eran tiernos, en las mejillas, en los labios, en el cuello, en la comisura de los labios, en el cuello de nuevo, hasta que volvían las ansias que los hacían sentir como adolescentes y Antonio sólo podía pensar en comerle la boca.

No estaba muy seguro si deseaba continuar o si prefería dejarlo para otro día y contentarse con la sesión de besos. Se sentía cansado, ya debía ser muy tarde. Pero era tan agradable... ¡Y se sentía tan bien! A fin de cuentas, no tenía nada en concreto que hacer al día siguiente, de modo que no tenía motivos para madrugar. Pero no quería hacerle un feo a Francia y quedarse dormido a mitad del acto (cosa poco probable con el francés como amante, pero de verdad tenía mucho sueño)

Estaba por explicarle su situación a Francia, a ver si éste tenía alguna sugerencia, cuando notó que unas manos intrusas comenzaban a manosear a diestro y siniestro y a despojarle de la ropa.

-O-oye…-Pero no llegó a acabar la frase. En vez de eso, se volvió a dejar besar.
Ya no le molestó que Francia le quitase la ropa, el frío que había sentido bajo la ducha había quedado olvidado, y podía ignorar perfectamente el sueño. Una vez estaba así, ya no había marcha atrás.

No podía evitar dibujar una sonrisilla cómplice al ver que el español sonreía traviesamente y sentirse cada vez más y más provocado con los suspiros y los pequeños gemidos de Antonio. Además le gustaba la sensación de las manos del español jugueteando con su cabello. Irremediablemente se fue instalando en él el claro sentimiento de que no quería apartarse del hispano. Y para ello usaba una de sus mejores técnicas: los besos. Lo mejor era que él correspondía y que no se cansaba.

Ay, su querido vecino~ Le encantaba estar a buenas con él. Era tan participativo, tan pasional... Tan adorable En momentos así le daban ganas de encerrarlo y monopolizarlo para siempre. Después del rato que estuvieron con los besos, empezó pensar que aquello no podía acabarse allí.

¡Estaba claro! Era una señal. Antonio se las había estado mandando desde que había llegado. La playa... Bañarse desnudos (ni pensó que en realidad eso sólo lo había hecho él)... Las dos veces que había ido a enterrarse en su cuello (?)... ¡Antonio daba luz verde! ¡Seguro! Si llevaban mucho rato dándose besos. Era la prueba definitiva. Y ganas le tenía. Muchas. Muchísimas.

Ya seguro de ello, el francés adentró las manos por entre la ropa, la cual pronto encontró extremadamente molesta. Eso se podía arreglar fácilmente. Empezó a desabrocharla con maña.

-O-oye…-empezó el español.

Ah, no. No lo iba a permitir. Ahora no era momento de dudar. No podía hacerle eso ahora. Y sabía que había una buena manera de convencerlo. Lo acalló con un beso y aquello parece que volvió a motivarlo puesto que no opuso más resistencia. Le gustaba aún más cuando Antonio daba rienda a su pasión y se volvía participativo. Le daría motivos para ello. Cuando el torso del español estuvo visible una mano se dedicó a recorrerlo, acariciando, mientras besaba su cuello y le daba algún mordisco suave en la zona de la clavícula.

Sin darse cuenta había acabado sin ropa a velocidad de vértigo. Esa era una de las cualidades del francés que más le sorprendían, la de desvestir a los demás (y a si mismo) con inusitada velocidad.

Empujó con algo de brusquedad a Francia, obligándole a tumbarse boca arriba y se sentó sobre sus caderas, con las piernas a ambos lados del rubio, Empezó a desvestirle, impidiendo cualquier movimiento de Francis y sin demasiada delicadeza para con las piezas de ropa.

Muy a disgusto del galo, no se estaba dejando tocar más de lo que rozaba él mismo con sus caderas y sus muslos. Pensó que, si tuviese una venda, le vendaría los ojos para jugar un poco a fastidiarle. Pero no parecía haber ninguna cerca y desde luego no iba a molestarse en ir a por una o algo que le sirviese como tal. Ya lo dejaría para otro día.
De vez en cuando se inclinaba sobre él para depositar besos rápidos sobre el rostro de Francis. Esto le estaba resultando divertido, mucho. Y si Francis se frustraba, más.

Agarró con delicadeza la cabellera de Francia, y jalándole la cabeza hacia atrás, comenzó a dejar un rastro de mordidas y lametones en el cuello de éste, demostrándole que no era el único que podía jugar a eso. Y si Francia hacía amago de rechistar, le besaba apasionadamente mordiéndole, no demasiado fuerte, la lengua y los labios a modo de advertencia. Después volvía al cuello: iba a encargarse de no dejar ni un trocito de piel blanco.

No podía mantener aquella postura tan incómoda por mucho más tiempo, teniendo en cuenta que tenía que acabar de despojar la ropa de Francia de cintura para abajo y apresarle los brazos para que no se moviese, así que renunció a tenerlo apresado mucho más tiempo.

Llevó ambas manos a la nuca de Francis, tumbándose sobre él, tomando entre sus manos su cabellera, suave, sedosa, tan fina que se escurría entre sus dedos como oro líquido. Y le besó. Una vez más, dos, mil. Antonio creía que no había besado a nadie tantas veces en su vida (que no había sido corta ni falta de amoríos, precisamente) como había besado a Francia. No era una certeza absoluta, pero posiblemente fuese así. Ni siquiera podía contarlas, y apenas podía recordar algo más de la mitad de esas ocasiones, si se esforzaba.
Pero sus labios si recordaban, recordaban con precisión como besaba Francis y como debían corresponder a cada movimiento, a cada mordisco, a cada lametón y succión.

Pensó en acariciar los muslos de su compañero, pero lo cierto es que Francis no era una mujer y, bueno, que no era lo mismo. No pudo evitar reírse un poco, quizá hubiese sido muy raro acariciarle la pierna. No es que le preocupase ser más o menos varonil, tan solo que era un mimo tal vez demasiado sutil para ellos dos, que no compartían en realidad demasiadas caricias, a parte de los magreos descarados y el roce que produce el contacto físico más íntimo y directo que existe. Besos, besos, se conformaba con ellos, con su melena y con apoyar el cuerpo en el pecho de Francia.

Arrimó tanto como pudo las caderas de ambos en un suspiro anhelante. Susurraba entre labios palabras inconexas, palabras que intentaban ser tiernas y se perdían en los caminos del significado. Las manos de Francia le producían placenteros escalofríos, tocando por ahí y por allá sin pudor alguno. Le sorprendió que estuviesen algo frías, a pesar de que sentía que el calor corporal de ambos hubiese aumentado. Se separó un poco y se incorporó de nuevo sobre del galo, tomando sus manos entre las suyas para darles algo de calor. Tiró un poco de él para que se incorporase y quedasen frente a frente, Antonio sobre Francis, ambos sentados. No era una postura muy cómoda ni apta para demasiados movimientos, pero era de sus favoritas.

[Ooh Ooh Baby touch me and I come alive, I can feel you on my lips I can feel you deep inside~
Momento BSO Britney Spears off]

En cualquier otro momento se hubiera preocupado por la ropa que le estaba quitando. En aquel preciso momento, a Francia no le importaba nada más que observar todos y cada uno de los movimientos que el español realizaba. Además, la ropa no era suya. El problema era toda la excitación que estaba acumulando por no poder hacer nada. Percibía, asimismo, que Antonio se divertía impidiéndole tomar el control. Pero tenía que constar en acta que no lo recuperaba porque aquello también le interesaba. Era una situación curiosa. Entretenida. Placentera incluso. Siempre tendría su oportunidad, en algún momento bajaría la guardia y entonces él volvería a mandar.

No tuvo que esforzarse demasiado ya que Antonio lo liberó. Por fin podía tocar su cuerpo con las manos, explorando cada uno de sus rincones, sintiendo una especie de euforia cada vez que lograba arrancarle un suspiro, un estremecimiento, un gemido. Notaba la piel del hispano ardiendo bajo sus manos y no fue hasta que cogió sus manos entre las de Antonio que se dio cuenta que tenía las manos frías. Bueno, tampoco era tan malo, podía lograr que el otro se estremeciera con más facilidad y eso era un punto a su favor.

Una mano acariciaba la espalda a medida que iba dejando besos a la misma altura que su mano iba acariciando, pero por el torso del hispano.

- ¿Sabes, España? -murmuró sobre su piel, lamiendo un poco- Creo que este es un gran modo de formalizar la alianza.

Se movió ligeramente para que la otra mano pudiera descender hasta acariciar la entrepierna de Antonio. Tomando las regiones vitales en su mano y empezando a moverla en un gesto lento y casi tortuoso. El objetivo era simple, lograr que cualquier rastro de duda existente. Además, le encantaban escuchar esos quejidos atormentados del hispano, que pedían más aún sin decirlo con palabras. Notar como la respiración se le aceleraba, como la sensibilidad aumentaba y reaccionaba aún más a cada caricia. Era sencillamente delicioso.

La mano que estaba en su espalda, había bajado y acariciaba el trasero con obscenidad, con superioridad, como si fuera de su propiedad. Mientras seguía con el movimiento con la mano y atacando el torso con su boca. Puede que él tuviera el cuello hecho un maldito mapa, pero el pecho de Antonio no iba a quedar mucho mejor. Él se iba a encargar de ello. Ojo por ojo y diente por diente (nunca mejor dicho). Sin dejar de atenderlo, lamió los dedos de la mano que había estado rondando la espalda del español.

Agarró una de las nalgas de España y lo obligó a moverse de tal modo que quedó de rodillas. La mano con los dedos húmedos, la que lo había obligado a incorporarse un poco, empezó a manosear la zona, presionando ligeramente la entrada del español. Acercó la cara al miembro de Antonio, que gracias a la pose nueva quedaba cerca, la otra mano se encontraba en la cintura del hispano, sujetándolo.

- Te lo prometo. Iré con todo el cuidado que pueda.

Y, a la vez que empezaba a lamer el miembro, empezó a adentrar con cuidado y parsimonia un dedo en el interior del hispano, empezando a acostumbrarlo.

((uix, mi post es más corto OTL sorry))

Las únicas respuestas que podía darle al galo eran gemidos roncos y suspiros prolongados. Aquello era una tortura deliciosa y excitante, desde luego, pero Francia se había apoderado de nuevo de las riendas de la situación, lo cual no entraba dentro de sus planes. Bueno, por el momento, seguía él encima, que ya era un logro.

-Lo es-contestó, mientras sentía que toda su piel se ponía de gallina al recibir las suaves lamidas francesas- P-pero no puede ser con…cualquiera…- No se imaginaba cerrando alianzas de ese modo con todo el mundo, la verdad. La cosa al final sería un cachondeo.

Se incorporó sobre sus rodillas al notar la mano de Francis que lo instaba a ello. No le gustaba que estuviese siendo tan posesivo con su trasero de manera tan descarada, pero, demonios, se sentía tan bien.
Frunció el ceño. ¿Para qué quería tener cuidado con él? Ni que fuese una muchacha virgen. Tener cuidado. Beh, eso hasta le cortaría el rollo…

-Mientras no muerdas, haz lo que te dé la gana.

Al recibir la lengua de Francia en su erguido miembro, apretó los hombros de Francis, sobre los cuales había apoyado las manos al levantarse, y ahogó un gemido. Ataque por ambos bandos, sentía que aquello no era justo. La posición lo obligaba a quedarse quieto y disfrutar, que tampoco estaba mal, pero él tenía más ganas de acción.
Sus caderas intentaban balancearse al ritmo de la boca del francés, a pesar de que Antonio hiciese lo posible por evitarlo, ya que podría ser algo desagradable para el rubio, e incluso podría hacerle daño.

-Francis…- llamó su atención con un suave tironeo del pelo. Le indicó sin mediar palabra que se separase y lo tumbó de nuevo.
Con un movimiento algo torpe pero certero, se colocó de espaldas a el, y se agachó hasta quedar a la altura de la hombría de Francia, dejando al mismo tiempo al alcance de la boca del otro su propio miembro, y empezó a lamer, despacio. No pasó mucho tiempo antes de que se lo metiese entero en la boca (no literalmente, más bien todo lo que le cabía) mientras masajeaba con las manos todo aquello que su boca no podía cubrir.

69 FUCK YEAHHH]

Aunque le había cortado el hilo de pensamientos por un momento, el cambio de posición no resultó para nada desagradable. Una sorpresa más bien agradable. En esa pose había unas vistas muy interesantes. Acarició la pierna, atrayendo ligeramente la cintura, preparándose para seguir con lo que estaba haciendo cuando notó la lengua de Antonio, lentamente. Dibujó media sonrisa a la vez que un jadeo pesado se le escapaba entre labios. Bueno, al juego de “torturar” parece que sabían jugar los dos demasiado bien.

Decidió que lo de acostumbrarlo, en esa situación, era una tarea peligrosa. Sólo faltaba que sin querer le hiciera daño y por inercia apretara dientes. Todo un desastre para París. Aquello dolía demasiado y no sería él quien lo provocara. No era masoquista. Pero algo sí que tenía en mente, es que él también podía seguir proporcionándole placer y escuchar los gemidos o jadeos de Antonio no era algo de lo que se fuera a privar tan fácilmente.

Sus respiraciones agitadas llenaron el ambiente. Sintiendo cada movimiento de cabeza del hispano como una bendición. Pero, sin embargo, el placer no disminuyó las ganas que sentía de adentrarse en él, sino que las aumentaba aún más. Se apartó del miembro del español, intentando recuperar el aliento lo suficiente para poder pronunciar una sola palabra y que sonara normal.

- P-para un momento... -dijo respirando agitadamente, puesto que el otro no se detenía- Antonio...

Entrecerró ligeramente los ojos al ver que no le hacía caso. Finalmente rozó con sus dientes el miembro del español y aquello hizo que se alarmara y que dejara por fin su tarea.

- ¿Qué? -replicó molesto

- Es hora de seguir.

Tiró de él, sujetándolo por la muñeca, atrayéndolo y besándolo con necesidad, rodeando con la otra mano su cintura. Intentó cambiar la pose, a otra que sería más cómoda para Antonio pero repentinamente se lo impidió, alegando que no quería otra pose. Frunció un poco el ceño.

- Cuando quieres eres muy mandón -dijo mordiendo el labio inferior de España, de manera provocativa.

Notó que el otro lo acallaba besándolo y bueno, no le importó demasiado. Llevó la mano al trasero, volviendo a acostumbrarlo ligeramente antes de entrar. Pero no podía esperar mucho más. Lo necesitaba ya y por la totalmente desacompasada respiración de Antonio, podía decir que él también. Atrajo a Antonio, logrando que se pusiera en la posición correcta e irlo guiando para, por fin irse adentrando lentamente en él, jadeando por la estrechez del interior del de ojos verdes.

Antonio gimió quedamente al sentir como el miembro de Francia se internaba en su cuerpo, lenta y tortuosamente. Siempre dolía, no llegaría a acostumbrarse jamás a ese primer momento, que al mismo tiempo, se tornaba glorioso para ambos, puesto que su anhelo, primitivo, basto e instintivo, se veía realizado.

Aproximadamente a la mitad del camino que le quedaba a Francis para entrar completamente en él, Antonio lo obligó a parar, sin llegar a sacar su miembro de su entrada. Abriéndose un poco más de piernas para lograr una posición más cómoda, comenzó a moverse describiendo pequeños círculos, con tal de acostumbrar cuanto antes su cuerpo y poder continuar.

Fue agradable descubrir que este movimiento era bastante placentero para ambos también. Poco a poco fue descendiendo, hasta sentir que el miembro del francés había tocado fondo. Dolía una barbaridad, pero los jadeos de Francis valían la pena. Una vez más, volvió a mover las caderas circularmente. Poco a poco, el dolor fue quedando opacado por el placer, los movimientos suaves en círculo por otros más rápidos y verticales.

-Ven aquí…-jadeó.

Obligó a Francia a acercarse lo suficientemente, con tal de que el abdomen de éste rozase el miembro de Antonio al moverse. Rodeó su cuello con los brazos y hundió el rostro en su cuello. De vez en cuando, cuando Francia colaboraba con las embestidas, levantaba la cabeza gimiendo cerca de su oído.

El ritmo era frenético. Sus pies se estremecían, hundiéndose con fuerza en las sábanas. Empezaban a cosquillearle, primer indicio de que se acercaba al final. Aceleró el ritmo tanto como pudo. Con un poco de suerte, acabarían al mismo tiempo y no tendría que ayudarle a ello, por que tenía la intuición de que caería muerto de sueño en cuanto su cuerpo hubiese llegado al clímax.
Comenzó a besarle casi desesperadamente, gimiendo su nombre entre dientes, hasta que en un último espasmo, su cuerpo llegó a su límite y su miembro salpicó ambos abdómenes de tan conocida sustancia blanquecina.
Quedó abrazado a Francia mientras trataba de recuperar el aliento. Depositó tiernos besos en su cuello, los párpados le pesaban, el cansancio se apoderaba de su cuerpo ahora más que antes.

En algún momento, ambos dejaron de pensar completamente, dedicándose de manera exclusiva a conseguir más placer. Intentando conseguir más gemidos y que el otro pronunciara su nombre con esa voz claramente congestionada por las sensaciones. Sus manos pasaron a estar la mayoría del tiempo en las caderas, ayudándole a moverse y consiguiendo también movimientos más precisos, fuertes y, por tanto, placenteros. Cuando Antonio levantaba la cabeza para gemir, en algunas ocasiones, Francia aprovechaba entonces para girar ligeramente la cabeza con el simple propósito de rozar su mejilla, darle algún beso, lo que fuera para que no olvidara la cara del que estaba llevándole al mismísimo cielo (por muy ególatra que sonara esto, no es como si el español no estuviera haciendo lo mismo con él).

De vez en cuando, el interior de su compañero se contraía de tal manera que Francis se mordía el labio intentando calmar lo que provocaba en su interior, a sabiendas que eso sólo le haría tener menos aguante. Un gemido anheloso se le escapó cuando Antonio aumentó aún más el ritmo (que ya de por sí era vertiginoso). Teniendo la respiración como la tenía, no comprendía cómo podía estar correspondiendo a aquellos besos desesperados del español. De todas las veces que pronunció su nombre, Francis contestó unas cuantas, en susurros que sólo pudieran ser audibles para los dos. Pronunciando su nombre, con aquella voz claramente afectada por el placer, solamente para él. En ese momento le cruzó el pensamiento de que pagaría por ver el rostro de Antonio así.

Cuando Antonio alcanzó el orgasmo, su interior se contrajo aún más de lo que había hecho antes y siguió con el movimiento un par de veces antes de que no pudiera más y cediera al placer en el interior del otro. Suspiró pesadamente intentando normalizar la respiración, cosa bastante difícil, y se echó ligeramente hacia atrás, apoyando los brazos en la cama, buscando fuerzas para mantenerse. Movió una mano y acarició su espalda cuando notó los besos que el otro depositaba en su cuello. Echó un vistazo hacia abajo y vio la cara de sueño que tenía el español. Cogió su rostro entre ambas manos para que lo mirara, riendo enternecido.

- Deberías ver la cara de agotado que tienes, chéri -besó la mejilla y luego los labios, de manera dulce y calmada- Vas a tener que moverte un poco.

Se movió un poco para que le fuera más fácil lo de moverse y así acabó saliendo de su interior. Lo atrajo hacia sí, rodeándolo entre sus brazos y dejando que se apoyara en él. Sonrió de nuevo al ver que Antonio se acurrucaba, como un gato, y se quedaba dormido.

- Aw~... Estás tan mono... -murmuró el francés sin perder aquella sonrisa y le apartó un mechón de pelo del rostro.

No tardó mucho más en seguir los pasos de su amigo y quedarse totalmente dormido. No era para menos, el día había sido de todo menos tranquilo.

((Y si quieres puedes hacer salto temporal :’D))

Los rayos de sol matutinos tardaron un par de horas en molestarle. Sin embargo, cuando lo despertaron, Antonio se removió molesto, ahora no podría volver a dormirse.
La luz iluminaba la habitación dándole unos tonos rojizos a causa del reflejo de las cortinas que dificultaba el adivinar la hora que debía ser. Antonio supuso que tarde, por que al girar la cabeza hacia el lecho, descubrió que su amante no se hallaba junto a él. Pero como había algunos objetos personales de Francia desperdigados por la sala, era fácil averiguar que no se había marchado de casa todavía.

Iba a volver a recostarse en la cama cuando un olor dulzón se coló por la puerta y llegó hasta él. Su estómago rugió al recibir tan delicioso estímulo olfativo. ‘’’ Oh, desayuno’’
Sonriente y con los ánimos renovados, se incorporó rápidamente para bajar abajo. Error. Su cuerpo se vio recorrido por un calambrazo que tenía un punto de inicio perfectamente localizado.
Soltó un taco de puro desagrado y volvió a sentarse. Eso también dolió. Mascullando maldiciones con acento de Málaga, trató de volver a incorporarse, esta vez con más cuidado. Oh, Dios, porqué no había sido más cuidadoso, porqué… Seguramente caminaría raro el resto del día. Mejor hoy no salía de casa…
Con cautela bajó las escaleras y se dirigió al comedor. Por fortuna, el olor del desayuno era suficientemente potente como para motivarle a correr una maratón por probar un bocado de aquella exquisitez, de otro modo, de la cama no se hubiese movido.
Abrazando a Francia por la espalda, dejó caer todo su peso sobre él.

-Huele que alimenta…-dijo, a modo de saludo.

Apoyó la barbilla sobre su hombro y abrió la boca para que el otro le dejase probar algo de lo que se estaba cocinando.

-Aaaahh…-

Mientras masticaba, se separó del francés y se sentó en una de las sillas de la cocina con cuidado. Frunció el ceño en un rictus de dolor; al agarrotamiento muscular se había sumado un ligero escozor. Era terriblemente incómodo.

-Me duele el culo una barbaridad. Es todo tu culpa...– Refunfuñó, cambiando su expresión de dolor a un puchero molesto mientras cogía un tomate de la cesta, lo miraba atentamente y lo mordía, dejando que el jugo de éste se escurriera entre sus labios y sus dedos. – ¿Qué vas a hacer hoy?

[ wuuw salto temporal!]

Había dormido de vicio y cuando se despertó se entretuvo un rato mirando al otro. Lo molestó un poco picoteando su cara con un dedo, viendo como arrugaba la expresión por un segundo y al siguiente volvía a tener esa cara de bobo feliz. Pf, era adorable . Esperaba que se despertara por su propio pie, pero le dio tiempo hasta a aburrirse mirando al techo. Su estómago sonó y recordó que no había cenado nada la noche anterior. Se apartó con cuidado del otro, aunque fuera una tontería ya que le podía caer una bomba al lado y no se despertaría. Se puso la “camisa de campesino” y la ropa interior y caminó hasta la cocina.

Sabía que, si algo no le importaría a Antonio que él tocara sería la cocina. Se sirvió de lo que necesitaba para empezar a preparar un desayuno abundante. Tenía hambre, bastante, y dedujo que el otro también se levantaría hambriento. Escuchó pasos y dedujo que el dormilón se había despertado por fin. Así que, cuando se le colgó a la espalda, lo único que hizo fue apoyar una mano en la encimera para mantener el equilibrio.

- Buenos días a ti también -dijo Francis riendo un poco. Notó el hombro en la barbilla y supo lo que venía a continuación. Pinchó un poco de lo que estaba preparando y se lo ofreció al español- Que aproveche.

En poco acabó de cocinar y se puso a servir el desayuno en los platos. Ese fue el momento en el que empezó a quejarse de que le dolía el culo y que si era su culpa. Arqueó una ceja mientras seguía concentrado en la presentación de los platos.

- ¿Disculpa? Dije que te iba a tratar con cuidado y me miraste como si quisieras matarme por sólo insinuar que te iba a tratar con delicadeza. Así que no me vengas ahora con monsergas. Además, bien que te gustó -

Dejó los platos sobre la mesa, depositando también cubiertos y se sentó en una silla. Observó al español con cierta curiosidad.

- Pues no sé. Esperaba que tu amabilidad se terminase y tener que volver a mi casa -dijo sinceramente. ¿Por qué? ¿Algo en mente? -vio como Antonio estaba ligeramente distraído con el plato, con ganas de atacarlo sin piedad- No te apresures a probarlo o te quema... Te lo dije.

Si, tenía razón, él mismito se lo había buscado. Pero eso no significaba que fuese a admitirlo... Francia tenía su parte de culpa también.

-No te lo negaré... Pero tú tampoco te lo has pasado nada mal, eh?

Cuando Francia dejó el plato con la deliciosa comida en él frente a Antonio, éste perdió totalmente el hilo de la conversación. La boca se le estaba haciendo agua, su estómago se contraía sobre sí mismo. Y olía tan bien... Que su mano se movió sola.
Soltó la vigésimo tercera maldición en lo que llevaba de mañana. De seguir así superaría a su italiano favorito, pero España tenía verdaderos motivos para mascullar en contra de su suerte: por si fuese poco el dolor del cuerpo en sí, tenía que aguantar la quemazón de la lengua.

-Ewwwww...

Sacó fuera la sinhueso, esperando que así se calmase un poco su dolor. Miró a Francia esperanzado de que hiciese algo que mejorase su situación, sintiéndose algo decepcionado al comprobar que, tal y como sospechaba, no había nada que el galo pudiese hacer al respecto.

Con la lengua todavía fuera miró apenado el plato mientras lo dejaba enfriar. Ahora posiblemente no podría percibir bien el sabor de la comida. ¡Que horror!
Cuando pudo acabar con el plato, exhaló un suspiro de placer y se dejó caer sobre el respaldo.

-Bueno, puedes quedarte y hacer la comida tú. Me apetece comer algo rico... –y no tenía ningunas ganas de cocinar. Además, si se quedaba Francia en su casa, ya podía hacerlo él, que no le costaba nada – Ayer compré unos tomates que tienen muy buena cara. ¿Por que no haces algo con ellos?

A Francia se le daba muy bien la cocina, eso tenía que reconocerlo. Además, le sentaba bien estar entre los fogones, con el cabello recogido y el rostro con expresión relajada al mismo tiempo que concentrada. De vez en cuando bromeaba con él acerca de eso. A fin de cuentas ¡cocinar era cosa de mujeres! Pero Francia no era de los que se dejan influenciar por ése tipo de comentarios. Por eso mismo Antonio se lo decía, porque, en caso contrario, podría verse sin comida.

-Te pega…-sin querer sus pensamientos habían salido por su boca. Cuando el galo lo miró interrogante, se limitó a negar con la cabeza- Nada, nada.

Cuando quiso darse cuenta, se encontró a si mismo mirando fijamente a Francia, con el codo apoyado en la mesa y la barbilla apoyada en la mano, sin perder detalle de los movimientos del rubio. Y no era la primera vez. Solo que últimamente se estaba dando cuenta de la cantidad de veces que lo hacía. Curioso.

Pues claro que lo había pasado bien. Era tan evidente que preguntarlo le parecía hasta ridículo. Observó como Antonio sacaba la lengua fuera en un intento de aliviar el escozor por la quemadura que se había ganado por comer antes de tiempo. Arqueó una ceja: ¿es que acaso pensaba que podía hacer algo al respecto? Las ideas del español a veces eran una completa locura.

Decidió que su estómago ya no podía esperar por más tiempo y que era hora de comer. Soplando ligeramente los alimentos, fue comiendo. Arqueó una ceja cuando escuchó lo de la comida. ¿Es que sólo quería que se quedara para hacerle la comida? Esperaba que al menos propusiera otra cosa, él mismo se hubiera ofrecido a los fogones más tarde. Disfrutaba cocinar y le agradaba ver como el otro se emocionaba comiendo lo que preparaba.

- Podría preparar algo aunque... -dejó la frase a medias cuando percibió que el otro no le estaba escuchando. Perfecto.

Puso por un momento los ojos en blanco y siguió desayunando tranquilamente. Ya bajaría de la nube y entonces podrían seguir conversando con normalidad. Algún día. Levantó la cabeza interrogante cuando España volvió a abrir la boca para decir algo que, a su parecer, era bastante incoherente. El otro acabó negando y él sólo pudo suspirar, volviendo a tomar el cubierto y terminando de comer. No le gustaba ir demasiado rápido, de este modo podía saborear mejor la comida y ver en qué lugares había fallado y qué podría hacer para que su sabor fuera mejor. Cuando se llevó el último pedazo a la boca, se recostó sobre el respaldo, mordiendo el cubierto pensativamente mientras miraba el plato. Sí, seguramente si le añadiera más cantidad tendría un sabor dulce más agradable. La próxima vez lo probaría. Levantó la vista a la vez que dejaba el cubierto y se encontró con que Antonio lo miraba fijamente. Se quedó algo anonadado por unos segundos, luego acabó por sonreír un poco, en plan cómplice.

- Si me miras tan fijamente, me vas a desgastar, mon amí -dijo Francis finalmente.

((Post cortito para darle tiempo a Espagne a reaccionar~))

Pero bueno, ahora ni podía mirarlo tranquilo. Además ¡Que exagerado! Si sólo lo había mirado un momento… Porque no, Antonio no era consciente de que se quedaba anonadado mirando al francés durante más tiempo del que creía.
Observó el reloj de pared que había en el comedor. Era un trasto polvoriento, antiquísimo, que a cada hora sin falta llenaba la casa con su profundo y viejo son. Había sido precisamente un regalo de Francis, de hacía mucho tiempo, por algún motivo que ya no recordaba. Se sintió algo mal, la verdad es que el francés siempre lo colmaba de regalos y él…bueno, le ofrecía su hospitalidad. Gran parte de las veces. Quizás lo hubiese echado a patadas de su casa alguna vez pero… nunca si el otro no se lo merecía.
Tras pensárselo un poco, decidió que podía hacerle un regalo a Francia. No se le ocurría nada así en frío, pero era día de mercado, así que podrían salir y ahí ya encontraría algo que regalarle…

-¿Te apetece ir al mercado, Francis?-

Se incorporó y se vistió con la ropa más holgada que encontró. Unos pantalones bombachos, sujetos a las caderas con un cinturón amplio que le sujetaba la empuñadura de un florín (más discreto que una espada común o una pistola), y una camisa de iguales condiciones. Dejó su sombrero y su chaquetón en casa, la gente no quería ver aquellas vestimentas claramente propias de alguien que se dedicaba a robar todo aquello que apreciaban. No es que el resto de gente no llevase sombreros y chaquetas, sino que las manchas de sangre que no se iban, el color raído a causa del ambiente salado, las roturas provocadas por batallas crudas…Eran un claro distintivo. Ni siquiera a Antonio le gustaban esas pintas. Además la gente no solía mostrarse amigable con los piratas, y a él le gustaba mucho tener contacto con las personas.

Paseó junto a Francis por los puestecitos repletos de frutas y comida. Había habido una buena cosecha, se notaba. Había además mucha vidilla y mercaderes que no sólo vendían comida, sino que también proveían a la gente de algunos otros utensilios más bien poco útiles, caprichos para las damas y los críos. Quizá Francis se decantaba por alguna de aquellas chucherías tan poco prácticas y tan atractivas.
El español caminaba despacio, aún molesto por el dolor en sus posaderas, rezongando de mala manera si Francia apretaba el paso. Era tan incómodo tener que caminar lo más natural posible…Se arrepentía a cada paso de haber salido de casa.
Por lo menos Francia parecía muy entretenido, yendo de aquí para allá como un niño en una tienda de caramelos.

-¿Hay algo que te guste, Francis?

(post denso con poca cosa en verdad hahá~)