Una copa de licor (libre)

Hacía ya meses enteros que llevaba viajando sin ningún buen resultado. Pero claro ¿Cómo iba a admitir algo así? Nunca pensó que al salir de sus tierras, el Mundo sería tan inmenso y solitario. Pero finalmente dió con un lugar que parecía poblado. La comida no le fué problema en el viaje, pero algo le había estado faltando todo ese tiempo y cuando vio el bar, fué su oportunidad perfecta.

Abre las puertas del bar, chocandolas contra la pared, haciendo mucho ruido, como queriendo hacer saber de su presencia. Lo primero que ve es al español venir hacia él... Parece en verdad ebrio. Entonces este es un lugar perfecto para él.

Avanza, listo para pasar pasar un agradable rato, disfrutando de lo que le faltó todo ese tiempo (Dinamarca es en encuestas el País nórdico donde más se bebe). Sin olvidar que donde hay bebida hay peleas.

Cuando pasa junto al español, sonríe sutilmente y le da un empujó de costado, con la intención de derribarlo.

Entró escondido cuando nadie miraba. No le dejaban entrar, obviamente, en locales donde el alcohol corría. Consiguió entrar pocos minutos más tarde, poniéndose de puntillas para parecer más alto y que nadie le dijera nada. Aunque con esa carita de niño no había a quien engañar. Le apetecía ir a un lugar de esos a los que iban los mayores y él no podía ir. Desde pequeño, había escuchado a Arthur decir cosas al estilo de "Me voy a la taberna" y cuando volvía a casa, siempre estaba muy contento, o muy triste, pero siempre eufórico. Él, inocente niño, quería saber qué era eso tan interesante que hacían en la taberna. Navegó sin descanso hasta encontrar una.

Cuando abrió la puerta, se encontró con algunos países. No hablaba demasiado con ninguno de ellos (Bueno, más bien, es que nadie le prestaba atención alguna) se acercó a ellos con una sonrisa.

-¡Hola, desu-yo...!